Frankie Ford agarró la caña de Kronenbourg con su mano libre, mientras la otra seguía ocupada en arrancarse uno a uno los pelos crecidos bajo su labio inferior, utilizando sus uñas a modo de pinzas. Postergó por un momento esta curiosa manía para dar un trago de cerveza fresca, y volvió a la tarea una vez depositado el vaso sobre el posavasos.
– A veces surgen cambios que nos hacen adecuarnos a mirar las cosas desde un ángulo ligeramente distinto, a cambiar un poco de enfoque… a entrecerrar un poco los ojos y acercar el objeto para poder distinguir dichas modificaciones con más claridad. Se trata de pequeños cambios, mínimos, ínfimos, pero suficientes para convertirse en noticia (de usar y tirar, pero noticia al fin y al cabo, según las directrices del periodismo actual).
Roger Raymon dejó por un momento de mirar distraido a las nubes para fijar la vista en la mirada de su interlocutor.
– ¿Como si un día a Zapatero le diera por aparecer ante los medios con una corbata de lunares verdes sobre fondo amarillo?
– Pero otras veces surgen cambios más importantes, que no se pueden apreciar dando dos míseros pasos hacia atrás para ampliar un pelín la perspectiva. – Continuó Frankie, ignorando el estúpido comentario de su colega. – No, los cambios que no son simples cambios, sino revoluciones, no se aprecian mirando el mundo con los anteojos gastados y cochambrosos que nos hemos acostumbrado a llevar.
– Hablas de anteojos metafóricos, ¿verdad Frankie?
Frankie lo observó durante cinco segundos en silencio y dio otro trago de cerveza como única respuesta a la, de nuevo estúpida, pregunta de Roger.
– ¿Es lo que está sucediendo con la llamada #SpanishRevolution, movimiento #15M, colectivo de indignados, o como diablos quieran nombrarlo? – Comentó Roger intentando avergonzado devolver la conversación a derroteros tangibles, donde no se evidenciaran tanto sus carencias como pensador.
– De hecho, es sintomático el hecho de no tener claro cómo llamar a todo esto, precisamente porque no se trata de un movimiento lineal ni homogéneo. Es algo distinto a lo que estamos acostumbrados a ver. Hay una serie de patrones que hemos interorizado y de los cuales es difícil movernos, y de hecho muchos de ellos no cambiarán. El agua moja, el cielo es azul, las mujeres tienen secretos… pero hay otras tantas que sí pueden cambiar y, de hecho, cambian.
Roger prefirió callar en esta ocasión y concentrarse en su botellín de Guinness stout mientras permitía que el discurso de su amigo siguiera fluyendo.
– Así, – continuó Frankie- estamos acostumbrados a que un grupo de gente organizada para lograr un objetivo tiene que estar constituido como colectivo y tener una serie de cabezas visibles (también conocidas como «cabezas de turco»). Que tiene que tener unos portavoces fijos a los que poder herir para poder hacer mella directa en el grupo. Que tiene que tener una sede. Que tiene que tener una estructura vertical y centralizada en algún punto. Que tiene que funcionar, en definitiva, como siempre nos han enseñado que funcionan las cosas.
– ¿Como si en una partida de ajedrez me da por meterme un alfil por la nariz en lugar de moverlo diagonalmente?
Por segunda vez, la respuesta de Frankie contra la estupidez fue el silencio y un trago de Kronenbourg.
– Quiero decir… – volvió a hablar Roger probando suerte – que es normal un momento de desconcierto cuando alguien se salta las reglas del juego.
– Este establishment y todos los agentes implicados en su mantenimiento, ya sean políticos, financieros, mediáticos… tienen en la aceptación de estas «reglas del juego» un arma muy poderosa contra todos nosotros… pero un arma con un segundo filo. Ateniéndose ellos mismos a esas pautas y aceptándolas dogmáticamente son incapaces de reaccionar cuando sucede algo ajeno al sistema imperante en su cuadriculado hábitat. Por ejemplo, son incapaces de entender que las cosas pueden funcionar con cooperación, solidaridad, conocimiento colectivo y en comunidad.
– ¡Para, para, para! – Espetó Roger.- ¿Cooperación? ¿Conocimiento colectivo? ¿Solidaridad? ¿Comunidad? ¿De qué estamos hablando? Ya me cuesta bastante seguirte como para que empieces a inventarte palabras.
–A partir de aquí, las mentes cuadriculadas que se han acostumbrado a ver la vida en binario son incapaces de procesar un suceso que implica tantos colores y tantas formas distintas. Cuando se muestra ante sus narices que las cosas pueden (y deben) funcionar de una forma diferente, de una forma que no les beneficia y que no habían contemplado como viable (o que quizás tenían miedo de considerar viable), cuando todo este escenario se planta ante sus ojos… los mismos anteojos tras los que se han acostumbrado a contemplar el mundo se empañan por pura y simple frustración. Y son completamente incapaces de dar con una solución para controlar todo lo que está cambiando a su alrededor. Son completamente incapaces de comprender… que eso no se puede controlar. Que no hay sede. Que no hay cabezas visibles. Que no hay un centro. Que están ante un colectivo que no es un colectivo.
Roger apuró el último cuarto de caña que reposaba en su vaso y se quedó mirando el fondo vacío durante medio minuto. Tras esta breve meditación, miró a Frankie y, finalmente, habló. – ¿Pedimos otra?
oso ona!
[…] Conversaciones de bar, entre partido y partido de ese matatiempos que es el fútbol. Que si el cielo está loco, que si lleva dos semanas sin parar de llover, que si el cambio climático es el culpable, que si la culpa es de los árbitros; que si los de arriba no me dejan dormir, que si parece que se han comprado un elefante, que si exijo que que venga JuanCar en persona a resolverlo… […]